¿Tú eres de las que se encontró con los agujeros ya hechos? ¿O te dejaron decidir por ti misma y tomar esa decisión cuando tuviste la edad suficiente para determinar si querías agujerearte los lóbulos? Da igual si el patriarcado lo decidió por ti o si alguna persona adulta se anticipó a este dejando que fueses tú quien eligiese si quería agujeros en las orejas o no, porque estos pendientes te van a servir tengas la situación que tengas, ¡y estos sí que los vas a poder elegir tú misma!
Pendientes de Frida Kahlo
Por qué llevar pendientes feministas ayuda a la lucha contra el patriarcado
Acabas de nacer hace escasos días. Tú estás de tranquis. Durmiendo. Comiendo. Llenando un par de pañales, o tres, por día. Volviendo a dormir. Chupándote el dedo. Volviendo a comer. Volviendo a llenar un pañal. Y de repente, ¡plas! sientes una quemazón desconocida en uno de los lóbulos de tus orejas. A ti te da por llorar, claro, tú no sabes a qué viene eso, no entiendes lo que pasa. Pensabas que toda esa gente que te rodeaba iba a cuidarte, no a agujerearte las orejas sin avisar. Entonces te vas calmando un poco. El dolor sigue ahí, pero decides dejar a un lado el berrinche y mantenerte alerta, por si acaso. De repente, ves que vuelve a acercarse esa máquina que parecía inofensiva pero que hace un momento te acaba de propinar un buen bocado en tu tierna oreja. Y no te puedes mover. El mordisco va a ser inminente, porque tu madre y tu padre sujetan tu cabeza para facilitarle el trabajo a esa pequeña máquina ideada para torturar bebés. Entonces vuelves a sentir ese mismo dolor, ese mismo calor inexplicable. Y lloras. Lloras como si no hubiese un mañana. No sólo por el dolor. Sino también por la traición.
Historia real basada en hechos verídicos y fragmentos de vivencias reales por las que han atravesado innumerables niñas bebés.
Esa es la historia. Pero si te gustan los pendientes y ya has pasado el mal trago, pues oye, los pendientes feministas más chulos están justo aquí. Deseando penetrar esas aberturas patriarcales ideadas para adornar tus tiernas orejillas.